¿Dónde estoy?

Me quisiste a bocajarro. Fue imposible no morir en el intento.

10.9.10

6/365 Mi vida en una noche

Nunca pensé que llegaría este momento. De hecho, ni siquiera lo imaginé. Cuando ingresé en la academia hace cinco años, en lo único que pensaba era en mantenerme sobre mis dedos aparentando flotar sobre una nube, en deslizarme por el aire con los ojos cerrados y tener el absoluto control sobre cada una de las partes de mi cuerpo. No pensaba en el tiempo que pasaría alejada de mi familia, ni en el esfuerzo que significaría mezclar la pasión con los estudios, cuando el corazón me pedía hasta dormir mientras bailaba y los demás, que no faltara a una clase si quería llegar a algo. Pero no entendían que cada vez que la música sonaba, yo ya llegaba a lo más alto de la felicidad y el mundo desaparecía bajo mis piernas, encerrando cada parte de él entre mis párpados.
Los pies sufrían las heridas del esfuerzo y la mitad de mis noches las pasé metida en una bañera con hielo para darle un respiro a mis músculos que, agotados, ardían hasta quemarme el alma. Pero no me importaba. La sensación de un trabajo bien hecho era con la única que quería irme a la cama.
Cada caída era una lágrima que me apuñalaba el corazón, pero también un empujón que me llevaba a intentarlo de nuevo, a levantarme una vez más y lanzarme al vacío. Cada lesión era un parón en mi vida, un coma momentáneo que llenaba de nada mis días y se hacía eterno e insufrible. Pero volver a deslizarme entre mis leotardos era la mejor recompensa que podía haber tras esos momentos. Y cada paso bien realizado, cada movimiento que mejoraba en meses, semanas, días, llenaba de adrenalina mis pulmones y se desvocaban de alegría mis latidos, haciéndose con el control e impulsándome a bailar durante horas sin sentir el cansancio ni cómo se me agarrotaban las piernas.
Y así, con millones de momentos almacenados en un viejo maillot y en las bailarinas que iban rompiéndose a velocidades descontroladas, llega esta noche que he guardado en una caja de hojalata junto a mis ilusiones y mi colgante de la suerte. Llega este momento en el que me fundiré con la música y morirá mi cuerpo en el escenario para que mi pasión tome el control, para que marque el ritmo de mi fuerza y me haga brillar entre los focos y los flashes. Llega la oportunidad que jamás imaginé pero con la que sueño desde que alcé la vista al cielo por primera vez, con las piernas flexionadas y mi brazo apuntando al infinito, donde esperaba llegar bailando.
Porque esta noche la fantasía se hace realidad y lo impalpable se convierte en mi presente. Porque he nacido para esto, porque he luchado por esto y voy a seguir por esto: Para dejar de ser una chica que vive para bailar ballet y ser una chica que baila ballet para vivir.



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1 comentario:

  1. Bonito relato, me gusta tu estilo a la hora de narrar.
    Llevo un tiempo ojeando tu blog, pero creí que ya era hora de dejar un comentario :)
    Las carreras artísticas son siempre las mejores (eso pienso yo) jajaj
    Me encanta este tipo de relatos relacionados tanto con el baile como con la música o la pintura.
    Un saludo y ánimo con el blog

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