¿Dónde estoy?

Me quisiste a bocajarro. Fue imposible no morir en el intento.

8.8.12

El árbol pequeño


Abrí la puerta y salí a cubierta. El olor a tabaco y prepotencia había empezado a hacerme un nudo en la garganta y terminaría vomitando en la cubertería de plata si me quedaba allí sentada.
La brisa marina fue como la primera bocanada de aire después de haber estado buceando en las profundidades: la presión de mis sienes cesó y por fin pude digerir la bola de mi garganta al respirar un poco de viento mezclado con sal.
En aquel momento hubiera jurado que no quería estar donde me encontraba. Miré de nuevo hacia el salón de baile y la paz que me envolvía se asfixió con el ruido de la orquesta y las risas amortiguadas por los portones cerrados. Los cristales dejaban entrever las siluetas danzantes de los demás pasajeros, ociosos, borrachos algunos de ellos y sin ninguna de las preocupaciones que me turbaban a mí en ese instante. ¿Quería formar parte de esa masa?
Hacía apenas cuatro horas había cogido un barco rumbo a Londres. Un barco que cruzaba todo el puñetero océano para llevarme a una de las mejores universidades de Europa. Un barco cuyo billete les había costado a mis padres el esfuerzo de casi toda una vida. Un barco que se suponía llevaba la palabra "Destino" grabada a fuego. Pero ahora las letras se volvían borrosas y las olas se las llevaban tan fácilmente como la brisa nocturna se llevaba mi seguridad.
- Maldita sea.
- ¿Disculpe? -Me había centrado tanto en mi particular orquesta interior que no me había dado cuenta del momento en que llegó mi compañía.
- Oh, nada. Hablaba para mí, perdone.
- Dicen que conversar los pensamientos ayuda a aclararlos.
- ¿Usted cree? -Pregunté. Aquel muchacho, que realmente no debería tener un par de años más que yo, parecía saberlo todo. Y su serenidad me aplastaba.
- Simplemente eso dicen. -Hizo una pausa. Y yo volví con mis desvaríos al vals de las olas.-¿Qué la aflige... Si no es un atrevimiento?
- Lo es. -Salté. Y su sorpresa me hizo sentirme como los condescendientes pasajeros que continuaban canturreando y vaciando sus bolsillos dentro del salón de baile. -Yo... Yo no sé si quiero estar aquí. No sé si debería estar en este barco.
- ¿Y por qué no?
- Londres es grande. El lugar del que vengo es pequeño... No creo estar a la altura. -Confesé.
- Pero usted no parece pequeña.
- ¿Cómo dice?
- Verá... Si usted planta un árbol grande en una maceta pequeña, éste nunca encontrará el espacio suficiente para crecer y desarrollar su potencial. Sin embargo... Si lo cambia a un sitio más grande, puede que se sorprenda de lo maravilloso que puede llegar a ser. -Sonrió antes de que yo pudiera reaccionar o componer cualquier tipo de expresión en mi rostro. No sabía si terminaba de entender aquellas palabras o si, simplemente, no quería hacerme a la idea del mensaje. Supongo que entendió que necesitaba tiempo para asimilarlo. -Se hace tarde. Espero que sus pensamientos no le impidan disfrutar del resto de la velada, hoy hace una noche estupenda. -Perdió la vista entre las estrellas por un segundo y se alejó. Dejándome de nuevo con el ronroneo de las olas y la refrescante brisa con sabor a sal.

Todo estaba como hacía unos minutos. Pero tenía la sensación de que al aire me había traído de vuelta algo de mi seguridad. O al menos, las fuerzas para intentar dejarla crecer.


4 comentarios:

  1. Me gusta mucho, te conocia por tu flickr así que es la primera vez que leo algo tuyo. Me gusta la forma que tienes de escribir, pareces segura y desenvuelta al hacerlo.
    un beso :)

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  2. Y quién sabe también qué puede llegar a decirse con pocas palabras.
    Me gusta la comparación con el árbol :)

    ¡Un beso!

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  3. Es muy curioso, pero de cierta manera real. Tiene tiempo que te sigo, pero es grandioso regresar y encontrar que me sigue gustando lo que escribes.
    Besos ñ_ñ

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  4. Me ha encantado la metáfora que dice el chico :)
    Todos necesitamos cambiar de aires, de ciudad, empezar con algo para que después se haga más y más grande.
    Un beso enorme!

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